El presente resumen trata de ubicar objetivamente las características
sociales y culturales de la sociedad de los Esenios, comentando como eran visto
por los demás pueblos, tomando referencias bibliográficas del siglo I; sin
tocar en profundidad el contexto masónico, gnóstico, místico y esotérico,
dejando abierto los temas para ser tratados por futuras investigaciones del taller.
En el año 1947, en pleno territorio de la antigua Palestina, en las
ruinas de la ciudad de Qumran, a la margen del Mar Muerto, el joven beduino
“Mohamed El Lobo”, buscaba una cabra perdida, y accidentalmente descubrió una
cueva, la cual le atrajo curiosamente al escuchar el sonido de las piedras que
arrojaba adentro, al introducirse adentro, tal y como si fuera un cuento
fantasioso de las mil y una noches, se encontró diez jarras de greda con unos
rollos de lino, recubiertos de alquitrán o cera, con escritos en pergaminos y
láminas de cobre de más de 2.000 años de antigüedad. Para sorpresa del mundo, y
después de ser estudiados por expertos del tema, los mismos referían las
enseñanzas de una fraternidad de hombres y mujeres santos que vivían juntos en
comunidad, y que en aquel entonces incubaba la génesis de la cristiandad. Su
nombre eran Los Esenios, una secta a la cual pertenecieron casi todos los
fundadores del Cristianismo como Santa Ana, María y José, Jesús, Juan El
Bautista, Juan El Evangelista, entre otros.
Solo algunos pocos escritores del siglo I, habían hecho referencia a Los
Esenios en sus escritos; Plinio el Viejo, Flavio Josefo, Filón, Dión
Crisóstomo, Hipólito de Ostia y Epifanio de Constancia; coincidiendo todos en
la mayoría de los casos, y fortaleciendo la veracidad de los documentos descubiertos
en Qumran.
Según Flavio Josefo, había una Sociedad llamada los Hasideos, que datan
de los tiempos de construcción del Templo del Rey Salomón, quienes tenían a su
cargo el adorno y conservación del mismo. Durante la Revuelta de los Macabeos, en
el año 150 a.c., se dividen diferenciándose entre Fariseos y Esenios.
En su libro Las Guerras De Los Judíos, escrito en entre los años 75 y
79, en su versión aramea, describe tres géneros de filosofía Judía: Los Fariseos,
Los Saduceos, y Los Esenios.
Los Esenios se formaron en las montañas, a donde llegaron para
protegerse de las persecuciones de los Sirios cuando invadieron Judea en el
siglo II a.c.; aunque luego en el siglo I d.c., durante de la destrucción del Templo
de Jerusalén, tuvieron que resguardarse en zonas más intrincadas y alejadas,
desde donde conservaron las Doctrinas de la Iniciación con toda su pureza. Años
después que dejaron de perseguirlos, fueron bajando de las montañas y se
establecieron en ciudades y zonas rurales, siempre en grupos y comunidades
Los Esenios eran una comunidad de judíos naturales, unidos por el amor y
la amistad, no eran codiciosos, teniendo como virtud principal, el contenerse a
los placeres banales de vida. Tomaban por parientes los hijos de los extraños
que les eran dado para adoctrinarlos, instruyéndolos en sus costumbres;
aborrecían el matrimonio porque consideraban que no había mujer que guardase la
castidad y la fe de su marido; menospreciaban la riqueza, y cualquier ingresado
a su disciplina debía poner sus bienes al común del servicio de todos como
hermanos, con esto no sufrían la humillación de la pobreza ni el
ensorbecimiento de la riqueza. Sus vestiduras eran blancas impecables; si
alguno era untado con aceite en contra de su voluntad, se limpiaban con otros
productos; a pesar de esto tenían lo feo por hermoso; contaban con ciertos
procuradores para todas las cosas en común. Se establecían en comunidades en
ciudades y zonas rurales; cuando un maestro los visitaba les ofrecían todo lo
que tenían, como si fuera de el mismo; se trataban como hermanos amigables y
acostumbrados, aunque nunca se hubiesen conocido antes; solo se armaban contra
ladrones, y nunca llevaban nada de equipaje en sus viajes, porque al llegar a
cada sitio, tenían un procurador que se encargaba de sus cosas de uso
necesario. Sus alumnos vestían iguales que ellos, y no mudaban ropa ni calzado
sino hasta que verdaderamente estaban inservibles; no transaban ni hacían
trueque de ningún bien entre ellos, dando al hermano lo que necesitara tan solo
con comunicarlo; existía total libertad para que cualquiera tomase lo que
considerase necesario.
La religión y reverencia a Dios era absoluta; no hablaban de lo profano
antes que el sol saliera; tiempo que utilizaban para celebrar ciertos
sacrificios y plegarias orientadas a que amaneciera; al amanecer todos tenían
libertad de hacer sus artes y oficios; al culminar todos se juntaban con una
toalla de lino blanco, lavaban sus cuerpos con agua fría, y se recogían en
lugares santos, donde nadie distinto a ellos podían ingresar; una vez limpios y
purificados era la única manera de entrar a su reunión de comida, como si
entrasen en un santo templo, con orden y silencio; el panadero les colocaba el
pan al frente y el cocinero los cubiertos; era obligatorio que el sacerdote
diera la bendición a Dios antes de comer; y al terminar también se bendecía;
luego dejaban sus vestiduras casi sagradas, y regresaban a sus tareas hasta la
noche, cuando iban a sus casas donde cenaban, bajo un ritual parecido; y junto
con ellos los huéspedes si los hubiesen. El silencio era inexpugnable para los
que no pertenecían a la fraternidad, sin gritos, ni ruido alguno mientras comían, incluso
para hablar guardaban el orden entre ellos; la templanza mostrada era enorme,
ya que ninguno poseía nada más allá de lo que le era necesario; y aunque no
hacían nada sin el consentimiento del procurador o maestro de todos, eran
libres de ayudar al que tuviese necesidad de ellos; también podían socorrer a
los que cada uno considerase dignos de ellos, incluso llegando a mantenerlos;
solo tenían que pedir permiso al curador, si querían dar algo a sus parientes y
deudos.
Eran expertos en moderar su ira; apartando de si cualquier indignación que sintieran;
guardaban rigurosamente la fe; eran pacíficos y comprometidos con su palabra;
siendo recatados al momento de jurar; se consideraban enemigos del perjurio. Practicaban estudios avanzados de las
escrituras, en especial las relacionadas al cuerpo y alma, logrando grandes
conocimientos de los poderes curativos y sanatorios de plantas, raíces y
piedras.
Cuando un profano quería ser aceptado en la secta, era vestidos con una
túnica con ropa blanca y una azadilla; y adicionalmente se le prohibía la
entrada a sus comunidades durante un año; tiempo durante el cual, el profano era
mantenido por ellos, y constantemente se le observaba si era digno ser
admitido. Después de haber dado muestra de virtud y continencia, el aspirante
era purificado por aguas y lavatorios, donde manifestaba su compromiso con el
voto de castidad. Aun así todavía no eran invitados a comer con ellos; y se
sometía a una nueva prueba de dos años de convivencia, costumbres y compromiso
con Dios; tiempo en el que era evaluado sobre el compromiso adquirido con Dios
y la Orden. Solo al ser aceptado quedaba investido con todos los deberes y
derechos de los demás hermanos, y cumpliendo el ritual podía ingresar a comer
con ellos.
Gran parte de los juramentos realizados por el recién iniciado eran los
votos de honrar a Dios, y estar del lado bueno de la humanidad, sin dañar a
nadie, aunque fuese forzado a ello comprometiendo su vida; se comprometían a
estar al lado de los justos y buenos, y principalmente con los príncipes, en el
entendido que solo por voluntad de Dios, se podía ser príncipe o rey. Como el
cargo de maestro era electo a mano alzada en presencia de toda la comunidad,
existía un juramento en el caso que el iniciado llegase a ser presidente; comprometiéndose
a no ser soberbio, ni usar mal el poder para dañar a los suyos; hacían votos
por mantener la humildad en la vestimenta; adquiriendo un compromiso de
mantener la verdad frente la mentira; guardando sus manos limpias del hurto; y
manteniendo su alma limpia de provechos injustos; juraba no encubrir cualquier
delito de sus compañeros, y no develar nada de los misterios recibidos a ningún
profano. También se comprometían a no dictar reglas distintas a las aprendidas,
a rechazar la corrupción, a conservar los libros de las leyes y honrar los
libros de los ángeles. Era así como probaban y experimentaban a los recién
iniciados.
En Caso de ser hallados en pecados, eran rechazados; y en ocasiones, los
hacían morir de muerte miserable, debido a que sus votos no le permiten comer
otra cosa, de manera que tenían que comer hierbas crudas, llegando incluso a un
estado de flacidez mortal; muchos de los que regresaban moribundos a la
comunidad, eran perdonados por compasión, dando por hecho el perdón de sus
pecados pagados con su vida.
Los juicios lo realizaban en reuniones con más de cien hombres juntos,
guardando con determinación lo juzgado. Después de Dios, su mayor honra era a
Moisés, quien fundo sus leyes, por lo que castigan con muerte quien hable mal
de él; eran obedientes de los viejos; en caso de haber diez juntos, nadie hablaba
si los otros nueve no estaban de acuerdo; se cuidaban de no escupir al frente o a la derecha de la gente;
honraban el sábado con más fervor que los otros judíos, haciendo la comida y
preparando todo en la casa el día anterior, ya que el sábado ni siquiera hacían
sus necesidades fisiológicas; necesidades que purgaban el resto de los días, en
un lugar apartado y secreto, cavando un pie de hondo con una azadilla, después
de purgada la necesidad, lo tapaban de nuevo con tierra; todo esto lo hacían
cubiertos con una túnica para no injuriar a Dios; a pesar de ser un acto de
purgación natural, acostumbraban lavarse después de hacerlo, como si estuvieran
sucios.
Se dividían en cuatro clases, según el tiempo de iniciado, de menor a
mayor categoría, al punto que si uno de
la categoría más alta, era tocado por otro de la categoría más baja, el primero
se lavaba como si hubiese tenido contacto con un extranjero. A causa de su
disciplina, orden y buen comer, muchos superaban los cien años de vida, evitaban
el peligro y sanaban el dolor con su mente; creían que era mejor una muerte
glorificada que la misma inmortalidad; en la guerra contra los romanos se demostró
su compromiso con sus misterios, muchos fueron despedazados, quemados,
torturados, y no pudieron hacerlos romper sus juramentos, ni prácticas
sagradas; llegando incluso a burlarse de sus verdugos frente a la muerte,
muriendo con alegría, estando conscientes de que recobrarían la vida de nuevo.
Creían en la inmortalidad del alma, sostenían que siendo como un aire
muy sutil, era retenida por el cuerpo, con un encantamiento natural; pero
cuando ese encantamiento del cuerpo se rompía, el alma se liberaba e iba a lo
alto; creyendo igual que los griegos que en ese lugar alto donde solo van las
almas buenas, está más allá, donde no hay lluvia, ni nieve, ni calor, sino que
siempre lo refresca un suave viento que soplaba desde el Océano. En cambio,
para las almas malas establecían un antro oscuro y frío, lleno de eternos
tormentos. Esta es la concepción teológica de los esenios sobre el alma, y su
gran aporte a la humanidad, haciendo que los hombres buenos sean mejores, por
la esperanza de llegar al altísimo después de la muerte; y refrenando los
hombres malos sus pasiones, por miedo a ser enviados al lugar del tormento
eterno en el centro de la tierra, aun cuando no sea condenado mientras viven.
Había Esenios que predecían el futuro, instruidos desde niños con libros
sagrados, con purificaciones y enseñanzas de profetas; y casi nunca se equivocaban
en sus predicciones.
Otros Esenios diferían en su concepción del matrimonio, sosteniendo que
los que no se casaban perdían la parte más importante de la vida, es decir, la
procreación, y, que de no hacerlo la raza humana estaba destinada a
desaparecer; estos sometían a las mujeres a una prueba durante tres años para
casarse con ellas; luego de tres períodos de purificación cuando se demostraba
que podían parir, solo tenían relaciones para procrear; al momento de bañarse
tanto las mujeres los hombres lo hacían
con sus partes cubiertas.
Según el Libro Negro de la Masonería expresa que Los Esenios usaban la
palabra de pase “Pax Vostrum”, que significaba; “La Paz Sea Con Vosotros”.
Plinio el Viejo en el siglo I escribe: “En
Occidente, pero distantes de la orilla, donde no hay nada que temer de sus
exhalaciones están los Esenios, por sí sola nación, única, por encima de todos
los demás, sin mujer, sin lujuria, sin dinero, viviendo en sociedad con las
palmeras. No disminuyen, gracias a la afluencia de nuevos anfitriones y la
multitud que llegan a aquellos, que cansados de la vida, se presentan ante la
fortuna sin dinero a adoptar esta forma de vida. Así pues, durante miles de
siglos, algo increíble en una nación en la que no nacen las personas, si es
fructífero para el arrepentimiento de otros su vida pasada”.
En conclusión Los Esenios existieron y fueron
documentados por historiadores de la época. Aunque sus orígenes son distintos a
los de la masonería, podemos observar coincidencias en la creencia y honra de
un Dios; la inmortalidad del Alma; el sentido iniciático de las mismas; los
grados de estudios, ambas guardan celosamente sus augustos misterios solo para
sus integrantes; pudiera haber una analogía entre las funciones del Maestro de
Justicia y el Venerable Maestro; así como existen el cocinero, el panadero, el
procurador, etc., en Los Esenios, La Masonería tiene sus dignidades y
oficiales; coinciden en lo referente a la libertad de actuar de sus miembros,
comprometidos con el altísimo; en cuanto al uso de vestimentas particulares al
momento de congregarse pudiera ser otra coincidencia. Pero al margen de todas
estas coincidencias simbólicas y de ritualisticas, lo verdaderamente importante
es el legado a la humanidad que debe prevalecer por parte ambas sociedades, y
en esto los Masones estamos en la obligación de estudiar este conocimiento,
para ponerlo al servicio de la humanidad, en el nombre del G:.A:.D:.U:.. T:.A:.F:.
Boris Alonzo
M∴ M∴
No hay comentarios:
Publicar un comentario